Mucho se está hablando en los medios deportivos sobre el juego de Boca: si juega “lindo”, si brilla, si ataca, si se resguarda. Mucho se especula sobre el estilo, las estrategias y la forma de juego del equipo. Pero ¿que queremos los hinchas?.
Y en ese marco de eternos entrecruzamientos filosóficos, dialécticos e ideológicos entre “Bilardistas” y “Menotistas”, “Merlistas” y “Bielsistas” son muchos los periodistas autodenominados “paladar negro” que le exigen a Boca que “juegue mejor”, que “brille” más, mientras que a otros solo les interesa que el equipo no pierda y gane títulos. Y en ese tren son muchos también los que critican al DT Falcioni: por sus planteos y estrategias, a quienes se le pide atacar más, ir al frente, ser más ofensivo.
Pero, ¿realmente que es lo que queremos los hinchas?
A los hinchas definitivamente no nos importa que el equipo juegue “lindo”, nos deslumbre, brille, nos llene los ojos, nos haga delirar.
Los hinchas primero queremos nuestro equipo no pierda, luego que gane y después que obtenga títulos. No nos importa si el juego es ofensivo o defensivo, si tiene un estilo lírico o rústico (de acuerdo a la categorización determinada por ciertos periodistas). No nos interesa que Boca se parezca a tal o cual equipo, que su juego se asemeje o diferencie de tal o cual estilo.
A los hinchas xeneizes solo nos importa que nuestro equipo siga invicto, continúe ganando, siga cosechando títulos, siga sumando copas.
Pues si hay algo que Boca no hizo nunca a lo largo de su rica historia es brillar de acuerdo a la reducida cosmovisión futbolística de los defensores a ultranza del juego lujoso. Boca jugó siempre con su estilo propio y con su sello único, el de la garra, el coraje y la entrega. Y eso a los hinchas de Boca nos vasta, nos alegra y nos llena el espíritu.
Y con ese estilo sin juego bonito, sin lujo, sin belleza como bandera, ganó 24 campeonatos nacionales y 18 internacionales, además ostenta el récord se el único club argentino con 40 partidos invictos. Mientras tanto el “cuestionado” Julio César Falcioni hizo ganar un título al club después de 3 años, invicto, con la valla menos vencida y la mayor ventaja de la historia sobre se inmediato perseguidor, además de volver a clasificarlo a la Copa Libertadores.
Por lo tanto, a quien le puede importar “el brillo”, si prescindiendo de ese “atributo” se ganan cosas, se tiene éxito y se obtienen importantes e inigualables logros deportivos.
El brillo es para aquellos que se auto-complacen ante la impotencia de los fracasos, el brillo es para el alimento de la nostalgia de aquellos que no levantan copas desde hace décadas, el brillo es para aquellos que ven como la gloria pasa ante sus ojos, el brillo es para los que añoran el regreso de los tiempos que fueron y ya no volverán.
El brillo es para las estrellas, para el sol, para la luna, para las divas, para los tenores, para el ballet, para el teatro. El brillo es para los pisos.
Y en ese marco de eternos entrecruzamientos filosóficos, dialécticos e ideológicos entre “Bilardistas” y “Menotistas”, “Merlistas” y “Bielsistas” son muchos los periodistas autodenominados “paladar negro” que le exigen a Boca que “juegue mejor”, que “brille” más, mientras que a otros solo les interesa que el equipo no pierda y gane títulos. Y en ese tren son muchos también los que critican al DT Falcioni: por sus planteos y estrategias, a quienes se le pide atacar más, ir al frente, ser más ofensivo.
Pero, ¿realmente que es lo que queremos los hinchas?
A los hinchas definitivamente no nos importa que el equipo juegue “lindo”, nos deslumbre, brille, nos llene los ojos, nos haga delirar.
Los hinchas primero queremos nuestro equipo no pierda, luego que gane y después que obtenga títulos. No nos importa si el juego es ofensivo o defensivo, si tiene un estilo lírico o rústico (de acuerdo a la categorización determinada por ciertos periodistas). No nos interesa que Boca se parezca a tal o cual equipo, que su juego se asemeje o diferencie de tal o cual estilo.
A los hinchas xeneizes solo nos importa que nuestro equipo siga invicto, continúe ganando, siga cosechando títulos, siga sumando copas.
Pues si hay algo que Boca no hizo nunca a lo largo de su rica historia es brillar de acuerdo a la reducida cosmovisión futbolística de los defensores a ultranza del juego lujoso. Boca jugó siempre con su estilo propio y con su sello único, el de la garra, el coraje y la entrega. Y eso a los hinchas de Boca nos vasta, nos alegra y nos llena el espíritu.
Y con ese estilo sin juego bonito, sin lujo, sin belleza como bandera, ganó 24 campeonatos nacionales y 18 internacionales, además ostenta el récord se el único club argentino con 40 partidos invictos. Mientras tanto el “cuestionado” Julio César Falcioni hizo ganar un título al club después de 3 años, invicto, con la valla menos vencida y la mayor ventaja de la historia sobre se inmediato perseguidor, además de volver a clasificarlo a la Copa Libertadores.
Por lo tanto, a quien le puede importar “el brillo”, si prescindiendo de ese “atributo” se ganan cosas, se tiene éxito y se obtienen importantes e inigualables logros deportivos.
El brillo es para aquellos que se auto-complacen ante la impotencia de los fracasos, el brillo es para el alimento de la nostalgia de aquellos que no levantan copas desde hace décadas, el brillo es para aquellos que ven como la gloria pasa ante sus ojos, el brillo es para los que añoran el regreso de los tiempos que fueron y ya no volverán.
El brillo es para las estrellas, para el sol, para la luna, para las divas, para los tenores, para el ballet, para el teatro. El brillo es para los pisos.